Por Augusto Bertone
- -De noche el barrio se vuelve
surrealista – Javier
señala la ventana abierta – la verdad
tiene mucha vida.
Desde
el tercer piso de un edificio anodino, en calle 2 entre 65 y 66, Javier observa
las copas de los árboles inclinadas sobre la angostura del empedrado. Dice que
le gusta pasar el rato mirando “la foto” de su cuadra durante las noches.
En
esos ratos entra en una especie de trance. Con la mente en blanco se dedica a
escrutar las formas fantasmagóricas que, la frondosa espesura de los tilos, dibuja
sobre las fachadas de las casas vecinas.
Ahora
por las veredas desniveladas se ven transeúntes ligeros de ropa. Unos van
alegres con bolsas de mandados colgando de las manos. Otros aligeran el paso,
un poco intimidados, por la oscuridad del pasaje. Se acerca la hora de cenar.
Estamos en noviembre. El aire es pesado y escaso.
- -El departamento, dentro de todo,
es nuevo, pero es un horno. Necesitamos un ventilador para este verano.
Urgente, sino se va a poner difícil vivir acá.
En
la esquina que conecta con Plaza Matheu, un transexual aguarda con aburrimiento
la aparición de algún cliente furtivo.
Pasan taxis, se oyen gritos y silbidos. Llegan también, a intervalos
irregulares, los resplandores azulinos de la patrulla policial.
- -Me gusta la zona. Sólo que hay
bastante ruido de noche. Las paredes son de papel - sonríe y con un golpecito demuestra la
ahuecada consistencia del muro más cercano – ¿Viste? Estos edificios lo construyen con dos mangos
.Qué chantas …
Hace
dos meses que Javier alquila con Fernando a sólo un suspiro de Plaza Matheu.
Atrás quedó su alargada estancia en Villa Elisa, madre y hermanas. Las calles
de tierra, la extendida ruralidad, la atmósfera
inclaudicable de siesta: un día, todo adquirió un aspecto inanimado y
triste para él.
Decidió
mudarse donde ocurren las cosas: al bullicioso cemento de la ciudad
universitaria. Un buen amigo suyo advirtió su deseo y le ofreció compartir
vivienda e ir “miti y miti” con la renta y las expensas. Javier se siente muy
agradecido por “la mano” de Fernando.
- -Fer estaba re tranquilo solo. El
loco, con su laburo de supervisor en Nini, no tiene problemas con llegar a fin
de mes. Pero me vió mal y me dijo que podía venirme acá, - con el índice vendado apunta
a la puerta del dormitorio-, en realidad
es para una sola persona. Ahora
Fer tiene un tipo durmiendo en el suelo
de la pieza… igual es provisorio. No quiero arruinar una linda amistad de años
– ironiza mientras se muerde la carne de los dedos sanos.
Javier está cansado. Se le nota en la mirada lánguida
y húmeda bajo la frente caída. Trabaja de lunes a sábado como empleado de
mantenimiento de un acomodado matrimonio de “gente macanuda”. El sol lo abrasa
mañana, mediodía y tarde pero dice que camina digno entre fardos de pasto seco,
chorreando sudor.
Gana
25 pesos por hora. En una semana, con mucho esfuerzo y metiendo 8 horas
intensivas de” yugo”, puede hacerse con 1200 en el bolsillo. Es precisamente la
cifra que debe juntar para el alquiler. La estadística es auspiciosa. Pero las
jornadas son agobiantes y agotadoras.
Él
prefiere no “matarse” en el trabajo. Necesita tiempo, quiere tiempo para
terminar de una vez esa cruz en la espalda que es el secundario .Tiene 28 y no
abandona la idea de arrancar una carrera que le guste: música, literatura, cine.
Cualquier registro de lo bello que lo saque de la incertidumbre que lo obliga
dejar la cama en medio de la noche, con la cabeza hecha un amasijo de
tinieblas.
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