Verónica alquila en diagonal 77 entre 49 y 50, “casi 1 y 50”. Su vivienda queda en el tercer piso de un edificio sin ascensores.
Por Renso Valentini
-Estaba buscando departamento porque quería irme de la casa de mi vieja. Ella vive acá, en La Plata.
La joven de 21 años, estudiante de periodismo, buscaba alquileres particulares porque no disponía del dinero necesario para pagar las sumas que piden las inmobiliarias en conceptos como depósitos y honorarios.
-Trabajaba en un restaurante y el borracho que siempre se quedaba, Javier (“Locura”), me dijo que se iba de su departamento, cuya propiedad compartía con la madre. Ella tiene un montón de propiedades y él vivía en una de ellas. Me dijo que se iba en tres meses.
Ella quería mudarse, entonces empezó a apurarlo: “Dale, Locura, ¿cuándo te mudás?”. De tanto insistir, un día obtuvo una respuesta satisfactoria: “Bueno, dentro de un mes, me mudo”.
-En ese momento, le pregunté cuánto me saldría el alquiler y me respondió que novecientos pesos. A principios del año pasado. Se mudó, se fue al campo y yo me fui al departamento. No tenía nada, no tenía ni cama, ni heladera, nada.
El edificio donde se mudó (con pocas pertenencias) cuenta con nueve departamentos, todos monoambientes.
-El único que está dividido es el mío. Tiene habitación separada. Lo dividió Locura, porque él vivió un montón de años acá.
También es el único cuyo interior está pintado de color bordó. Tiene dos paredes de esa tonalidad: la que divide la pieza del otro ambiente y la que da a la calle. En esta última hay dos ventanas que brindan una muy buena luminosidad a la sala de Verónica.
-No es un departamento muy cómodo, pero sí es muy barato.
Para la zona en la cual está, el precio es realmente bajo:
-Yo ahora estoy pagando mil doscientos pesos, más cincuenta de expensas.
El concepto “expensas” podría desglosarse en dos ítems: treinta pesos para la limpieza de espacios comunes y veinte por iluminación del pasillo y otros gastos.
Antes de tomar posesión del inmueble, Verónica firmó un contrato con la propietaria.
Analizando el desarrollo de la relación contractual, se desprende la nulidad de la misma.
-A principios de este año, el alquiler aumentó a mil pesos. Cuando se terminó el plazo del contrato que habíamos firmado, volvió a aumentar a mil doscientos. El alquiler es particular, sin embargo, la dueña insistió en firmar un contrato.
Allí se estipulaba que el inmueble no podía ser habitado por más de dos personas (algo que sería imposible por las dimensiones del lugar), tampoco permite animales y se reservaba el derecho de aumentar el alquiler cada doce meses (esto último está expresamente prohibido por ley).
-Ahora se venció el contrato y por eso el nuevo aumento. Me dijo: “Estoy cobrando demasiado barato el alquiler, me están diciendo que el resto de los monoambientes están mucho más caros y yo les estoy cobrando poco. Entonces, a partir del año que viene, todos van a pagar mil ochocientos pesos”.
Todo el edificio es de la misma propietaria. Nueve departamentos en total. Tiene varios más en la zona y propiedades en City Bell y en Santa Teresita.. “Todo herencia”.
-El primer año, no había medidor de agua. No pagaba agua. A principios de este año, pusieron uno compartido entre los nueve departamentos del edificio y dos comercios de planta baja. El total se divide en once partes iguales. La primera facturación fue de 450 pesos para cada unidad. Al mes siguiente, de 350 pesos. Obviamente, todos nos quejamos que había algo mal, seguramente alguna pérdida.
Ante tantas quejas, Locura comenzó a buscar pérdidas con uno de los vecinos. Encontraron un caño abierto por el cual corría agua hacia la calle, todo el tiempo, lo que hacía “volar” al medidor.
-Lo repararon y ahora me cobran 250 pesos bimestralmente. El resto de los servicios son individuales, aunque en realidad comparto el cable e Internet con dos vecinos.
Los vínculos entre los ocupantes de los nueve monoambientes de este edificio son estrechos. Comparten servicios y también se saludan cordialmente al encontrarse en los pasillos o la vereda del lugar. La joven estudiante parece estar satisfecha con el sitio que ha encontrado para vivir.
-El barrio está copado. Estoy cerca de todo. Vivo en frente del bosque, tengo todos los comercios que necesito cerca.
También le resulta importante estar a pocas cuadras de Diagonal 80, al igual que del centro y de la facultad.
-La zona es relativamente segura. El tema de los ruidos es algo a lo que tenés que acostumbrarte, porque a dos cuadras tenés a los bomberos, cruzando la calle tengo al Instituto Médico Platense, donde están las ambulancias constantemente y las picadas de motos los jueves y los domingos son terribles.
En su monoambiente dividido, con paredes bordó y un gato como mascota, Verónica ha sabido encontrar su lugar en el mundo. Después de una complicada jornada de entregas en la facultad, se tira en el sillón y se adormece. Tres minutos después, los “cortes” de las motos sobre Avenida 1 le recuerdan que es jueves.
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