En el volante que promociona las
instalaciones del Hostel Frankville, una tortuga canchera y trotamundos sonríe, bajo unas gafas negras, a la cara del lector. Al reverso del papel fotográfico, un mapa small enumera
los principales destinos turísticos de la ciudad. Así comienza a entreverse el estilo cosmopolita y jovial
que dos amigos del colegio idearon, hace 5 años, cuando abrieron el
primer hostel en La Plata.
El
complejo descansa sobre 46, entre 10 y 11. Como referencia esclarecedora vasta
nombrar el Cinema Paradiso, situado exactamente en la vereda opuesta. Sin
dudas, es un punto favorable para quienes pretenden cercanía al centro
administrativo y comercial, a las facultades y los bares.
A Frankville
llegan muchos venidos de otros países: colombianos, brasileros, chilenos,
franceses y alemanes. Pasar la noche, en una pulcra habitación separada del
baño, cuesta 85 pesos. El alojamiento debe ser temporario. Por eso duermen allí
muchos estudiantes oriundos del interior, que precisan techo y cama, hasta
conseguir un lugar fijo que alquilar.
Cuenta
Lucia Klein, trabaja en el albergue desde su apertura en octubre de 2008, que
en el hostel se producen buenos vínculos entre los huéspedes: “Hay buena onda.
Vienen chicos de afuera que se conocen con otros y juntos salen a buscar otros
lugares”.
Parece
cierto. La casona es de vieja data, pero está cuidadosamente arreglada, e
irradia cobijo y calidez para los peregrinos de paso. Lleva impresa una
estética un poco bohemia, deportiva e intercultural.
En la
sala de estar cuelgan banderines, casacas futboleras y posters variopintos. Un
LCD inmenso es amo y señor del comedor. En una esquina un pelotón de botellas
de vino y cerveza invita a pensar que allí realmente no falta nada, si hablamos
de ocio y distención.
El
ambiente es deliberadamente informal. Pero cada cosa ocupa su sitio. “En
general viene gente joven, aunque no tenemos un patrón. Hoy, por ejemplo, están
parando dos familias, con chicos y grandes”, informa la encargada de 28 años.
Dice
Lucia que los platenses “de 30 o 40, para arriba” no tienen demasiada idea de
qué es un hostel: “En Europa es común. Acá es una nueva
tendencia. Apunta a un público joven que quiere gastar poco y que quiere
compartir. Muchas veces lo confunden con un bar, no saben lo que es”, concluye
sentada detrás del mostrador de
recepción mientras suena una suave melodía en los altoparlantes.
Frankville
fue lanzado al mundo por dos amigos de la adolescencia que el año pasado asumieron
el mismo riesgo en Brasil. La empresa, sin embargo, no tuvo idéntico éxito. La
fluctuante economía y el cambio de moneda dificultó “la prueba”. Para el 2014
esperan afinar los números y replicar la buena reputación alcanzada entre los
visitantes de La Plata.
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