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jueves, 10 de octubre de 2013

Preceptora de edificio

“Travesuras” diarias de los universitarios que alquilan un departamento en la zona céntrica de la ciudad. Romina Tenaglia nos cuenta el día a día de una encargada.

Por Gustavo Martín Barrón

Colosos de cemento. Cada vez son más los que albergan estudiantes en La Plata.

-¿Pudiste pasar por ahí?- dice Romina, sorprendida, mientras espera en la puerta del edificio que está a su cargo, como habíamos acordado.
Se refiere a  los muchachos de la UOCRA (Gremio de los trabajadores de la construcción) que se juntan a esperar por algún puesto de trabajo, justo en la misma vereda del edificio. En motos y de a montones pasan por la puerta del lugar.
Abre la puerta e ingresamos al hall para conversar sobre el comportamiento de los estudiantes que viven en el edificio. Parece que la convivencia no es fácil.
-Los chicos que estudian ingeniería trabaron el ascensor la semana pasada- gruñe, resignada.
Hace diez años que vive ahí y seis que se desempeña como encargada del lugar.
Ubicado en el número 495 de la calle 44, el mastodonte de hormigón se levantó en 1974, cuando en la ciudad de La Plata todavía era posible una edificación acorde con el Código de Planeamiento Urbano. Con más de 14 pisos y 64 departamentos se acomoda para albergar a muchos estudiantes que hacen de las suyas cada vez que pueden.
Dice Romina que hace unos meses vinieron los bomberos para sacar a un murciélago que había entrado por una ventana y las chicas que estudian arquitectura, horrorizadas por este animalito, “salieron corriendo y gritando por los pasillos”.
-Susana, estudiante de Odontología que vive en el noveno piso, hizo una fiesta a la semana que vino a vivir acá- y aclara que, para no quedar mal, invitó a todos los inquilinos a su fiesta.
-Uno de los chicos de Agronomía, cuando volvía de una de sus salidas nocturnas, perdió sus llaves en el hueco del ascensor y para entrar a su departamento, rompió con el matafuego la puerta de entrada- y confiesa que todavía atan la puerta con un hilo.
Recuerda que los chicos que estudian ciencias económicas, a la hora de festejar un triunfo de Boca Juniors, encendieron una bengala para festejar y prendieron fuego la ventana que da hacia la calle.
Hay un par de columnas entre los dos ascensores.
-También fueron forzados por los chicos rugbier de ingeniería- dice, un poco con rabia y otro poco entre sonrisas.
-El ruido de los micros que circulan por la avenida son una molestia para los chicos que vienen a estudiar- cuenta, poniéndose un poco del lado de los estudiantes.
Se escucha venir el ascensor y baja “Pupi”, que “hace que estudia” odontología, ya que los padres no saben que dejó la carrera y dice: “A mi se me prendió fuego la cocina cuando dejé una hornalla prendida y me fui hacer un mandado”, agregando que “no entendía nada” cuando volvió.
-Todos los estudiantes, cuando vienen, hacen quilombo- aclara la encargada, mientras escucha por el portero la queja de una inquilina: la filtración de agua en su techo se ensancha cada vez más, luego de casi una semana que no para de llover en la ciudad.
A la hora de las quejas, aprovecha y nos cuenta que ella alquila también y no le dan vivienda, ya que el departamento que se usaba para el encargado se vendió hace mucho tiempo.
El alquiler de un monoambiente en este inmueble cuesta alrededor de 1600 pesos, de un dormitorio 2300 pesos y de dos dormitorios supera los 2500 pesos. Nos dice que para terminar el edificio tuvieron que juntar plata los propietarios de los departamentos: luego de un problema con los constructores, estos "se robaron todo".
-No se puede tener perros pero igual tienen, tampoco bicicletas pero también tienen, se advierten diariamente todo tipo de infracciones en un edificio céntrico.
Nos preguntamos qué piensan los chicos a la hora de la convivencia. Si estudian o están de paso por la ciudad para vivir solos, lejos de la familia y sentirse más independientes.
Volviendo a las anécdotas, dice que desde del octavo piso, unos estudiantes de educación física tiraban botellas de vidrio. Al hacerse presente la policía, quedó al descubierto la borrachera que llevaban.
La encargada no sólo se dedica al mantenimiento y limpieza del edificio. También debe lidiar con las diabluras de los inquilinos que lo habitan, quienes, al fin y al cabo, todavía no dejaron de ser niños.

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