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martes, 22 de octubre de 2013

Breve recorrido por Plaza Italia

Por Augusto Bertone

Aquel que camine por primera vez las tumultuosas calles céntricas de la ciudad de La Plata, difícilmente obviará, al detenerse en 7 y 44 ya sea por obligación o irrefrenable impulso, la delgada e infinita columna de piedra en cuya cúspide un águila de bronce custodia, recelosa y severa, el éter platense. En sus garras – dice la historia – sostiene dos banderas: la italiana y la argentina, símbolo de confraternidad entre ambos países. El monumento fue hecho por los artistas Giovanola y Vecellio. Lo inauguraron un día de 1917.
Aquel que alce sus pupilas y lo vea, se sabrá en la icónica Plaza Italia, célebre por su feria artesanal, los sábados y domingos, desde los revoltosos años 60.
Hay algo de otro tiempo que revuela este círculo irregular de asfalto, baldosas y pasto, levemente sobrealzado del cordón que lo delimita. Tal vez sea el sugerente adoquinado circundante, señal de una ciudad perdida en manos del progreso y la técnica. O bien,  la marea de estudiantes, artistas, artesanos y vagabundos que henchidos de estoica bohemia echan anclas en la plaza a lo largo del día, amarrados a sus cigarros, sentados en descascarados bancos verdes, solos y acompañados, bebiendo mate o empinando cuantiosas botellas de alcohol.
Romanticismo a un lado, no resulta nada sencillo habitar los alrededores de Plaza Italia, a pesar de la proximidad y el rápido acceso que supone, a medios de transporte y parajes claves de la vida urbana como facultades, oficinas, comercios, bares, restaurantes y cafés.
Sobre la plaza desembocan y continúan cuatro de los caminos más transitados de la ciudad: calle 7, diagonal 77, calle 44 y diagonal 74. Por eso el incesante tráfico en los horarios pico, a menudo peligroso y perturbador; o las variadas paradas de colectivos sobre las veredas, atiborradas también, de locales y suciedad.
Alquilar de este lado de La Plata es realmente costoso. Departamentos elementales en dudosas condiciones, con una pieza y poco más, no descienden de los 2000 pesos mensuales, sin contar las expensas. Algunos lo padecen, otros no. Es diversa y sorprendente la fauna de individuos que viven y pululan en los bloques de edificios que componen la zona. Sin embargo, a ellos llegan numerosos estudiantes oriundos del interior, quienes para alcanzar el propósito iniciático de vivir al alcance de las facultades, se ven obligados a arrendar en conjunto y dividir gastos. Muchas veces de estos arreglos informales se desprenden forzosas y conflictivas convivencias tan perjudiciales, para el cuerpo y los ánimos, como el viciado aire de smog o el altisonante tronar de automotores que saluda cada mañana al vecindario de Plaza Italia.

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